Liturgia para Todos
  Ministros
 

FORMACIÓN

CATEQUÉTICA, SOCIAL Y LITÚRGICA

PARA LA FORMACIÓN

DE MINISTROS LAICOS 

EXTRAORDINARIOS

DE LA SAGRADA COMUNIÓN


INTRODUCCIÓN:
 
El ministerio extraordinario de la sagrada Comunión ha sido un recurso pastoral cada vez más valorado, aceptado y recurrido en la mayoría de las parroquias de nuestra arquidiócesis, por lo que obedeciendo a las resoluciones de nuestro Primer Sínodo Diocesano que indica: Reglamentar la formación, recepción y renovación de los ministerios laicales no instituidos (D. 324). Este Secretariado se ha dado a la tarea de reestructurar la catequesis básica para la formación de laicos para este ministerio, así como proponer una catequesis permanente y progresiva cada año.
 
Sabemos, ante todo, que los candidatos para ejercer este ministerio deben ser presentados por el propio párroco, ya domiciliario, ya donde ejercen apostolado para ser aceptados a esta formación, la cual, no garantiza que finalmente recibirán el ministerio, pues es el Arzobispo quien oído el parecer del párroco concede o no el ministerio.
 
La formación que presentamos se extiende no solamente en el área catequética, sino que atendiendo a las resoluciones del Sínodo: Unificar los criterios ... conjuntamente con los Secretariados de Catequesis y Pastoral Social (L.P. 313). Estamos convencidos que una formación integral en la pastoral será lo más efectivo. Por tanto, atenderemos los principios básicos de la fe, la praxis litúrgica, así como las responsabilidades sociales y familiares que de ello se desprendan.
 
La formación tampoco será meramente conceptual sino que motivará a la reflexión personal y grupal, así como la certificación de una incipiente práctica.
 
La Liturgia es la fuente y la cumbre a la cual tiende toda la vida cristiana (SC 10) ya que ningún acto en la Iglesia le puede superar en eficacia o dignidad, ya que se trata de una acción personal de Cristo que amorosamente asocia perpetuamente a su Iglesia (SC 7). Por tanto, al introducirnos al estudio de la Liturgia no podemos de manera alguna en pensar solamente en los ritos litúrgicos, sino ante todo en ese eterno diálogo entre el Padre y el Hijo, en el cual se sustenta todo lo que existe.
 
La liturgia es por tanto, la síntesis de todo lo que la Iglesia es y lo que la Iglesia anhela, hacia ella confluyen todas las ciencias eclesiásticas, ya que la finalidad de la Iglesia y de todo cristiano es la gloria de Dios que no se alcanza estrictamente hablando en la ejecución de los ritos litúrgicos, sino en lo que éstos portan. Por tanto, para adentrarse en el estudio de la Liturgia es necesario conocer de la teología bíblica, del pensamiento de los santos Padres, tener conocimientos de la antropología teológica, de la historia eclesiástica, del derecho y por supuesto de la dogmática.
 
Los invito a que juntos descubramos esta nueva forma de ver, estudiar y comprender la Liturgia: “Mi Palabra no volverá a mí hasta que no haya dado fruto”. Este texto de Isaías nos habla ya de la naturaleza de la liturgia. Aquí vemos reflejadas las tres áreas de la pastoral (Catequesis, Social y Liturgia). La catequesis es la Palabra de Dios, la liturgia es devolver a Dios su Palabra, la pastoral social es el fruto de la Iglesia, pero no puede regresar a Dios su Palabra hasta que ésta no haya empapado la tierra y haya dado fruto (Is 55 10) de tal manera que antes de levantar al Padre las manos, debemos tener el fruto de lo que le presentaremos. Es decir, la proclamación de la Palabra de Dios exige una respuesta, una metanoia en aquel que la recibe y, es hasta entonces que eleva sus oraciones a Dios.
 
En algún lugar de la historia de la Iglesia extraviamos el camino, ya que en los primeros siglos, no se aceptaba a nadie a la celebración eucarística hasta que primero manifestara su conversión. De hecho el texto bíblico “si tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda en el altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano y después presenta tu ofrenda” (Mt 5,23) debe indicarnos el proceso para que la liturgia sea aquello que se supone que debe ser: la participación (por voluntad divina) por la acción del Espíritu Santo del eterno diálogo entre el Padre y el Hijo.
 
Por tanto, proponemos que al pensar en la pastoral, pensemos que primero es la catequesis: el anuncio de la Buena Nueva y su profundización; luego el cambio de vida o conformar la vida con lo que estamos recibiendo de la Revelación y, solo hasta el final, la celebración litúrgica, de modo que nuestro culto no sea solamente de labios, sino de toda la vida. Obviamente, no podemos volver al pasado esperando la metanoia completa para tal cosa, pero si al menos que el fiel cristiano se ponga en camino hacia ese encuentro íntimo con Cristo que transforma nuestra vida.
 
   
 
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